En la preocupación de hacer las cosas como es debido –
y esto es la moralidad – hay una línea, traspasada la qual empezamos a creer
que es debido lo que es pura gana o manía nuestra. Caemos, por tanto, en nueva
inmoralidad, en la peor de todas, que consiste en desconocer las condiciones
mismas sin las cuales las cosas no puden ser. Este es el orgullo supremo y
devastador del hombre, que propende a no aceptar límites a su voluntad y supone
que lo real carece por completo de estructura propia que se oponga a su
albedrío. Este pecado es el mayor de todos, tanto que ante él pierde por
completo valor la cuestion de si el contenido de esa voluntad era, por su
parte, bueno o malo. Si usted cree que puede hacer lo que quiera, por ejemplo,
el sumo bien, es usted ya, y sin remedio, un malvado.
Ortega y Gasset, Sobre la caza, los toros y el
toreo
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